¿Sabías que si empiezas a ser más agradecido en tu cotidianeidad y menos quejoso, puedes empezar a percibir un mundo más agradable?
Sí, no ven nuestros ojos, sino nuestra mente. Donde tu mente ponga la atención, eso crecerá. Es tu elección si vives amargado o agradecido.
No tiene que pasarte algo extraordinario para que te sientas agradecido.
Puedes agradecer que estás sano antes de que empieces a extrañar tu salud cuando estés enfermo. Toma un momento para agradecer a tu familia, la que hoy está, aunque otros no estén. A tus amigos, los que están, aunque otros no estén. Agradece la comida que tienes en tu heladera/nevera, agradece lo que has conseguido.
Tú eliges cómo quieres vivir, y nadie más es responsable de ello
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